zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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viernes, 29 de enero de 2021

No me tengas en cuenta (por Raúl Sánchez Alegría)


Amigable borrón:


ser

que a palabra no llegaste,

idea

que nació muerta,

la sensatez detuvo

tu "debe ser",

la gravedad te impulsó

a estrellarte.


Amable y discreto borrón,

-tachón que no fuiste,

quizá sí arrepentimiento,

accidente, descuido, ira,

temblor inefable-:


no me tengas en cuenta

hoy,

no me afees la insolencia

de nombrarte.


Pues,

¿quién en su expediente

no te tiene?,

¿quién no quisiera hacer

cuenta nueva

y olvidarte? 


miércoles, 27 de enero de 2021

Frente a esa boca (por José Watanabe) ​


En la encañada

había piedras como huesos de un animal prehistórico

que se desbarató

antes de alcanzar nuestro valle.

Un gran cráneo

quedó detenido en la pendiente con la boca abierta

y el resto del cuerpo se dispersó hacia el río.

Yo trepaba la pendiente

y me detenía frente a esa boca, una oquedad

donde el viento se huracanaba,

y escuchaba

murmullos, palabras que se formaban a medias

y luego, sin decir nada, se diluían.

Nunca hubo una frase clara. La boca

como un oráculo piadoso

trababa sus propias frases ante el niño:

lo sé ahora

y le agradezco la vida ciega.


lunes, 25 de enero de 2021

Noche secreta (por Eloy Sánchez Rosillo)


En este cuerpo mío que envejece 
habita el hombre sin edad que soy.
Cuánta melancolía. Y cuánta dicha.
No sabría decir si, de las dos,
una descuella, pues ninguna acaso
quiere imponerse: se entrelazan ambas
en un sentir más hondo y sin origen.
Los años han caído uno tras otro
—o de golpe tal vez— sobre mi espalda,
pero no sobre mí, que estoy a salvo
en el ser interior que me sustenta.
Miro la noche cálida y silente,
cuajada de luceros que rebullen
allí arriba, remotos, y transforman
en luz también, en lumbre de sosiego,
cuanto se acoge a sus rediles altos.
Noche, noche secreta, noche oculta.
¿Tan secreta? Sí, hermética, enclaustrada
en su abrirse ante todos, en su darse.
Quien en mí la contempla no soy yo
—que ando perdido en mis meditaciones
y no sé cómo estoy balbuceándola—;
es el de siempre y el de nunca, ese
que fue muchacho y hombre adulto y ahora
atisba ya el declive, sin edad,
alguien que está en el mundo y que lo canta
desde un asombro sucesivo y quieto.


viernes, 22 de enero de 2021

Donde fueron los dioses (por Ron Padgett​)


El hombre ha perdido sus dioses.

Si pierde su dignidad

todo ha terminado.


Yo dije eso.

¿Qué quise decir?


Primero, que la creencia

en la divinidad casi ha

desaparecido.


Por "dignidad"

me refiero al respeto

mutuo, la idea

de que nos acoge algún derecho

a estar aquí y que ello

tiene un valor.


(Valores es donde

fueron los dioses

cuando murieron.)


Mi perra Susie no parece

tener valor alguno, pero

nos tiene a Pat y a mí, dioses

que ha conseguido para jugar

y a los que ladrar.



lunes, 18 de enero de 2021

Y dile tus adioses (por Véronique Tadjo)

 

preciso es que partamos

por las pistas de los viajeros

reúne lo que andas buscando

y tente preparado

allá adonde vayamos

siempre habrá caravanas


será preciso

continuar recorriendo las pistas

y los caminos sin fin

aprender de nuevo

el canto de un calao

no buscar más en vano

brazos que se tiendan

o mirar sin cesar

la sombra de nuestros pasos


como ayuda tendrás

el tan-tan locuaz

y la belleza de los campos

rebosantes de sol y lluvia


matar tu soledad

al fondo de tu retiro

y pisotear las palabras

perjuras y sacrílegas.


¿y sabrás en esta hora

renunciar a los rencores

a la amargura

de los días soñolientos y morosos

sabrás decir no

a los campos últimos estériles?


sabes que todo pasa

la sequedad poderosa

las hierbas amarillentas

la chatarra destripada

repodrida de insectos

y ya solo en la cabeza

el ruido de las fuentes

y el agua clara del silencio

pronto

en tu corazón solo tendrás

un puñado de tierra quemada.


en la negra noche desierta

brujos ocultos

y sacrificios rituales

los dioses ahí están

acechando lo ignoto.

¿qué haces bajo la luna

descifrando la arena?

¿desconoces acaso

que akissi ha muerto

con su niño en brazos?


he sentido

la desesperación

cambiar de rumbo

y resurgir la envidia

como una inmersión

inmensa

en el mar atormentado.

he sentido

al sol

reconducir mi ternura

y bajo el frescor de las arcadas

he vuelto a ver la casa

en la que yo nací.


está en cualquier lugar

donde te encuentres

en el rincón donde te ocultaste

sol inviolado

de la fuerza ardiente

es esperanza en pie

en las fronteras eternas.


en cualquier lugar

donde el tiempo se ocultaba

en cualquier lugar

donde se leían

las palabras de ayer

donde los gestos guardaban

sus movimientos efímeros

en cualquier lugar

donde las palabras susurradas

guardaban algún perfume


allí los hombres

viven con mil secretos

y el aliento de las sabanas

sopla la larga marcha

de las pistas entrelazadas

el grito del cielo es azul

y la flauta que escuchamos

viene derecha

del poro


ve por delante del tiempo

y dile tus adioses

si quieres conocer

tu alma

preciso es que te alíes

con los dioses. 


domingo, 17 de enero de 2021

A veces salgo y te llamo (por Raúl Campoy)


Vamos a pensarnos padre.

Vamos a reírnos de los ojos que todo lo quieren reunir.

¿Has visto el almendro?

Mira su pueblo de corolas.

Allí está mi nervio primero.

Hemos llorado:

no debemos.

Las nubes nos hacen sombra y el aire muerde nuestras mañanas.

No estés triste padre.

Yo te miro en el brote que reverdece que nos rememora.


A veces salgo y te llamo. Sales de las raíces

donde siempre me enredo. Paseamos hasta

que somos sólo palabras y nuestros corazones

bañan las peñas, riegan la huerta, y la amargura,

según crecemos, se va escurriendo de nuestras lenguas

Entonces te miro y veo a ese padre tan valioso,

y me pregunto de dónde vienes lleno de brillos de laguna,            

lleno de años que ya cumpliste

y que ahora llegan, quebrando amaneceres como escarchas,

clavando tus espinas de miel; y estallas en azúcar 

y nos haces ver una rosa dos veces rosa 

y ríes como dos planetas frotándose

y lloras cientos de olores y suspiras

como el viento entre una grieta, y allí estoy yo:

asqueado de carnes, de llaves, de coches

de ciudades,

queriendo alcanzar la yerba

que tú multiplicas,

intentando ser inoloro, incoloro, invisible,

indetodo,

para no partir el tallo de tu brisa por el campo,

para poder seguir tus pasos de ropa vieja.


No estés triste padre.

No rompas esa sonrisa en agujas.

No te embarres de queratina,

que el dolor ha cambiado su billete.

La presencia de nuestra ausencia no dolerá.

Deja que los cuchillos reboten,

que cambie el sonido:

abre una ventana en el sur

y cierra la del norte,

o como tú quieras,

tienes veinte articulaciones en el cráneo

y eres triste de médula como una red a la deriva

(como diría Neruda).

Llora tus soledades en las mías, padre.

Suda entero como el rocío.

No hagas fragoso lo permeable.


Ha llegado la hora de penetrar nuestro cuerpo de roca,

de almacenar con tósigo nuestra ira de colmena,

de visitarnos en la distancia

donde las horas no dictan

ni separan a un hijo de un padre,

donde las palabras no rebotan

ni hay paredes que raspen

ni puertas que podamos cerrar. 


martes, 12 de enero de 2021

Se me cayó una parte mía (por Roberto Juarroz)


En una noche que debió ser lluvia

o en el muelle de un puerto tal vez inexistente

o en una tarde clara, sentado a una mesa sin nadie,

se me cayó una parte mía.


No ha dejado ningún hueco.

Es más: pareciera algo que ha llegado

y no algo que se ha ido.


Pero ahora,

en las noches sin lluvia,

en las ciudades sin muelles,

en las mesas sin tardes,

me siento de repente mucho más solo

y no me animo a palparme,

aunque todo parezca estar en su sitio,

quizá todavía un poco más que antes.


Y sospecho que hubiera sido preferible

quedarme en aquella perdida parte mía

y no en este casi todo

que aún sigue sin caer.



lunes, 11 de enero de 2021

Una puerta (por Francis Ponge)


Los reyes no tocan las puertas.
No conocen esta dicha:

empujar ante sí con suavidad o rudeza
uno de esos grandes paneles cotidianos,
volverse hacia él para colocarlo de nuevo en su lugar,
tener entre sus brazos una puerta.

La dicha de empuñar por el vientre, por su nudo de porcelana,
uno de esos altos obstáculos de una pieza;
ese cuerpo a cuerpo rápido mediante el que,
detenido el paso un instante,
los ojos se abren y el cuerpo entero se acomoda
a su nueva estancia.

Con una mano amistosa retenerla todavía,
antes de empujarla decididamente y cerrar

-lo que el ruido del gozne,
poderoso pero bien aceitado,
agradablemente asegura.


domingo, 10 de enero de 2021

Desde fuera (por Fernando Pessoa)


Siempre me ha preocupado, en esas horas ocasionales de desprendimiento en que tomamos conciencia de nosotros mismos como individuos de que somos otros para los demás, la imaginación de la figura que haré físicamente, y hasta moralmente, para aquellos que me contemplan y me hablan, o todos los días o por casualidad.

Estamos todos acostumbrados a considerarnos como primordialmente realidades mentales, y a los demás como directamente realidades físicas; vagamente nos consideramos como gente física, para efectos en los ojos de los demás; vagamente consideramos a los demás como realidades mentales, pero sólo en el amor o en el conflicto adquirimos verdadera conciencia de que los demás tienen sobre todo alma, como nosotros para nosotros.

Me pierdo, por eso, a veces en un imaginar fútil de qué especie de gente seré para quienes me ven, cómo es mi voz, qué tipo de figura dejo escrita en la memoria involuntaria de los demás, de qué manera mis gestos, mis palabras, mi vida aparente, se graban en las retinas de la interpretación ajena.

No he conseguido nunca verme desde fuera.

No hay espejo que nos dé a nosotros mismos como fueras, porque no hay espejo que nos saque de nosotros mismos. Sería precisa otra alma, otra colocación de la mirada y del pensamiento.

Si yo fuese actor prolongado de cine o grabase en discos audibles mi voz alta, estoy seguro de que del mismo modo quedaría lejos de saber lo que soy del lado de allá, pues, quiera lo que quiera, grábese lo que de mí se grabe, estoy siempre aquí dentro, en la finca de muros altos de mi conciencia de mí.

No sé si los otros serán así, si la ciencia de la vida no consistirá esencialmente en ser tan ajeno a uno mismo que instintivamente se consiga un alejamiento y se pueda participar de la vida como extraño a la conciencia; o si los demás, más ensimismados que yo, no serán del todo la brutalidad de no ser más que ellos, viviendo exteriormente merced a ese milagro por el que las abejas forman sociedades más organizadas que cualquier nación, y las hormigas se comunican entre sí con un habla de antenas mínimas que excede en los resultados a nuestra compleja ausencia de entendernos. 


sábado, 9 de enero de 2021

Esto es lo que hemos aprendido (por Adrienne Rich)


El barómetro ha estado bajando toda la tarde,
y como sé más que los instrumentos
qué vientos caminan en lo alto y qué zonas
de nebulosas inquietudes cruzan la tierra,
abandono el libro sobre una butaca mullida
y camino de ventana en ventana cerrada, y observo
las ramas extenderse
contra el cielo.

Y de nuevo pienso, a menudo cuando el aire
se interna en el alma silenciosa de la espera,
cómo el tiempo va con un único propósito
por las corrientes secretas de lo no percibido
hasta este dominio polar. El tiempo exterior
y el tiempo del corazón avanzan por igual
indiferentes a los
pronósticos.

Entre el prever e impedir los cambios
yace el poder sobre los elementos
que no alteran relojes ni barómetros,
el tiempo en las manos no es dominar el tiempo,
ni los restos destrozados de un herraje
son prueba contra el viento; el viento ascenderá,
sólo nos resta
asegurar postigos.

Corro las cortinas al ennegrecerse el cielo
y enciendo las velas envainadas en cristal
a espaldas de la corriente de la cerradura,
insistente gemir, tiempo cruzando el ojo desellado.
Éste es nuestro único amparo de la estación.
Esto es lo que hemos aprendido a ejercitar
aquellos que habitamos
áreas atormentadas.


viernes, 8 de enero de 2021

Milagro encarnado (por György Somlyó)


Cada uno de nuestros encuentros


Como si

por error

fueras a esperar el tren

al que se ha subido

por error

el otro

que habría debido llegar en otro tren


Chasco de la probabilidad


Rayo omega desconocido


El siendo en el no-pudiendo-ser


Milagro encarnado

ante el cual

arrodillarte


jueves, 7 de enero de 2021

Todavías (por Isidro Saiz de Marco)


Todavía las olas del mar yendo y viniendo.
Todavía los árboles, la hierba.
Todavía los pájaros.
Todavía los peces.
Todavía la luz del sol cada mañana.
Todavía la lluvia, la nieve, las montañas.
Todavía los gatos y su ronronear.
Todavía los ojos.
Todavía el sonido,
la articulada voz para nombrar el mundo…

Dio la Tierra otra vuelta
e inmerecidamente aguantan,
sobreviven,
nos quedan Todavías.



miércoles, 6 de enero de 2021

Los oyentes (por Walter de la Mare)


¿Hay alguien ahí? —preguntó el Viajero, llamando a la puerta iluminada por la luna;
su caballo en el silencio pisaba la hierba
del suelo del bosque;
un pájaro voló desde la torreta
sobre la cabeza del Viajero:
Entonces golpeó la puerta de nuevo:
—¿Hay alguien ahí?
Pero nadie le abrió al Viajero;
ninguna cabeza se asomó por el alféizar
bordeado de hojas ni miró sus ojos grises,
perplejo e inmóvil.
Pero una multitud de fantasmales oyentes
que habitaban en la casa solitaria
escuchaban en la quietud de la luz de la luna
esa voz del mundo de los hombres:
quietos bajo los tenues rayos de luna
en la escalera oscura
que baja al salón vacío,
escuchando en el aire agitado,
sacudido por la llamada del Viajero.
Y sintió en su corazón su extrañeza,
su quietud respondiendo a su llamada,
mientras su caballo se movía, cortando los pastos
bajo el cielo estrellado;
porque de repente golpeó la puerta, aún más fuerte,
y levantó la cabeza:
—Diles que vine y nadie respondió, que cumplí mi palabra —dijo.
No hubo ni un movimiento entre los oyentes,
aunque cada palabra resonaba
a través de la penumbra de la casa,
cada palabra del único hombre vivo.
Ay, oyeron su pie en el estribo,
y el sonido del hierro sobre la piedra,
y cómo el silencio regresó suavemente
cuando los cascos hundidos desaparecieron.


lunes, 4 de enero de 2021

En su éxtasis por no sentir nada (por Sharon Olds)


Después de derrotar al ejército de Espartaco

Marco Licinio Craso

crucificó 6000 hombres.

Eso dicen los documentos,

como si hubiera clavado los 18.000

clavos él mismo. Me pregunto cómo

se sintió ese día, si salió a la intemperie

entre ellos, si caminó por esos bosques

humanos. Creo que se quedó en su tienda

y bebió, y quizás copuló,

oyendo las canciones en su honor,

la sintonía de instrumentos de viento

que estaba haciendo él de una sola vez, elevado a la potencia de seis mil.

Y quizás se asomó, a veces,

para ver las filas de instrumentos,

su huerto, la tierra erizada con eso

como si un parche en su cerebro le picara

y ésta fuera su manera de rascarse

directamente. Quizás le dio placer,

y un sentido de equilibrio, como si hubiera sufrido

y ahora encontrara una compensación

y una voz. Hablo como un monstruo,

alguien que hoy día ha pensado largamente

en Craso, en su éxtasis por no sentir nada

cuando otros sienten

tanto, su ardiente levedad de espíritu

por ser libre de caminar por ahí

mientras otros son crucificados sobre la tierra.

Puede haber sido el día más feliz

de su vida. Si se hubiera cortado

la mano con una copa de vino, dudo que hubiera

tomado conciencia de lo que estaba haciendo.

Es aterrador pensar en él que ve de repente

lo que era, pensar que corre

hacia afuera para tratar de bajarlos,

un hombre para salvar 6000.

Si hubiera podido bajar uno

y verle los ojos cuando el nivel de dolor

caía como en un vuelo repentino hacia el placer,

¿no habría eso abierto en él

el terror feroz de entender al otro? Pero entonces habría tenido

5999

más. Posiblemente casi nunca

pasa, que un Marco Craso

tome conciencia. Creo que durmió, y se despertó

al sueño de su conciencia, levantó la abertura de su carpa

y miró lentamente hacia afuera, a los susurros y crujidos

de su prado viviente —suyo, como un órgano

externo, un corazón.


viernes, 1 de enero de 2021

Sin ti pero tampoco conmigo (por Edna St. Vincent Millay ​)


Si ser dejados fuese también ser dejados
en paz para enclaustrados reencontrarnos, y huraños
alzar, desempolvándolos, los dioses del hogar
arrinconados ya por bastantes años,

leer a Brahms, leer a Chaucer, sacar las piezas de ajedrez
situándolas en clásico problema, los ya estrechos
cajones del pensamiento de nuevo extender lejos,
se diría que la pérdida rinde algunos provechos.

Pero el diálogo estéril con los juicios vacíos
que van a los barbudos pros y contras sin más
enlista la neutral luz diurna, y turba bríos
ya demasiado débiles para luchar por la paz.

Sin ti pero tampoco conmigo. He consumido
ruidosos días carentes de fin y de sentido.


martes, 29 de diciembre de 2020

Pero no es de esta tierra (por Milo De Angelis)


Subes al tranvía número catorce y estás destinado a bajar

en un tiempo que ya mediste miles de veces

pero que no conoces de verdad,

observas arriba los cables tendidos y abajo el asfalto húmedo,

el asfalto que recibe la lluvia y llama desde lo profundo,

nos recoge en un respiro que no es de esta tierra, y entonces

miras el reloj, saludas al conductor. Todo es como siempre

pero no es de esta tierra y con la palma de la mano

limpias el vapor del vidrio, escrutas los espectros que corren

por las vías y cuando le sonríes a ella vestida de amaranto

que baja rápido los dos escalones, haces con la mano un gesto

que parecía un saludo pero que es un adiós.


martes, 22 de diciembre de 2020

Yendo donde estoy yendo (por Ada Limón)

 

Cada vez que estoy en un aeropuerto,

pienso que debería cambiar

drásticamente mi vida: Matar las niñerías,

empezar a portarme según mis números, prender fuego

al desorden y reptar por debajo

del radar como un can que escapó

escabulléndose a lo largo de la cerca.

Estaría tejida en ochos hasta el cuello,

más bella que comprándolo, confiaría

en el creador y arreglaría mis problemas

con rezos y propiedades.

Luego, pienso en ti, en casa

con el perro, el campo lleno

de brotes púrpuras —somos pequeños

y defectuosos, pero yo quiero ser

quien soy, yendo donde

estoy yendo, todo de nuevo.


domingo, 20 de diciembre de 2020

Y hablamos de las lluvias (por Vinko Kalinić​)


Teníamos frío en aquella noche de verano; nos

abrazamos y hablamos de las lluvias. De las lluvias que caían

a torrentes. Caían como si el propio cielo cayera sobre nosotros.

Caían en gotas enormes que luego desaparecían para siempre.

Con ellas nos empapamos hasta los huesos.

Y hoy estamos en lo seco.

Pero hay gotas que nunca dejaron de caer.

Aunque son muy pequeñitas, tan pequeñitas que aun hoy no las vemos.

Todavía caen y caerán por mucho mucho tiempo aún.

En realidad cayeron siempre.

¡Oh, si pudiéramos resistir!

y evitar la ruina del tiempo en que caeremos un día y

desapareceremos en alguna primavera ajena.

Dejando apenas un aroma de otoño caído hace mucho tiempo.

Hablamos de las lluvias y nos empapamos ese verano.

Toda la noche, juntos, pegados uno al otro, gota a gota.


viernes, 18 de diciembre de 2020

Y todo el cielo azul china (por Richard Wilbur)

 

"Bastante más abajo está China", dijo alguien.
"Cava lo suficientemente hondo y podrás ver el cielo
tan claro como el fondo de una fuente.
Excepto que en realidad sería un cielo diferente.
¡Entonces podrías cavar hasta que llegases
a China! Oh, no se parece a New Jersey.
Hay gente, árboles y casas, y todo eso,
pero muy diferentes. Nada parece igual."

Fui y saqué la pala del galpón
y sudé como un jornalero toda la mañana,
cavando un pozo junto al arbusto de lilas,
apoyado en mis manos y mis rodillas. Fue una especie
de rezo, sospecho. Observaba mi mano
cavar hondo y más oscuro, y traté y traté
de soñar con un lugar donde nada fuese lo mismo.
La pala nunca logró abrir un paso al azul.

Antes de que el sueño se cansase de sí mismo
mis ojos ya estaban fatigados de mirar en la oscuridad,
mi cabeza, cocinada por el sol, de colgar sobre un agujero.
Me alcé en un lugar que había olvidado,
parpadeando y pasmado mientras la tierra daba vueltas
y me mostraba graneros de plata, los campos dormitando
en mantos de esplendor, lo evidente vistiéndose y
desapareciendo
en mareas de hojas, y todo el cielo azul china.
Hasta que recuperé el equilibrio
y todo lo que vi era China, China, China.


miércoles, 16 de diciembre de 2020

Todo lavado (por Janina Degutyté)


Qué blanca la ciudad en diciembre:

altos campanarios de azúcar,

ventanas con pájaros de plata,

y los árboles, ajenjos con nieve

elevándose hacia las altas nubes.

Festiva la ciudad: parece irreal

tan blanca

como si nunca pasaran por ella

sangre

ni hollín.

Todo lavado y justificado.

Ninguna inscripción.

Como si todo estuviera aún por suceder.

Por suceder aún.



lunes, 14 de diciembre de 2020

Canción a una dama en las sombras (por Paul Célan)


Cuando la Silenciosa llegue y decapite los tulipanes:
¿Quién gana?
¿Quién pierde?
¿Quién se asoma a la ventana?
¿Quién dirá primero su nombre?

Es alguien que viste mis cabellos.
Los viste como quien sostiene en sus manos a los muertos.
Los viste como el Cielo vistió mis cabellos el año que amé.
Los viste así por vanidad.

Ese gana.
Ese no pierde.
Ese no se asoma a la ventana.
Ese no dice su nombre.

Es alguien que tiene mis ojos.
Los tiene desde que las puertas se cerraron.
Los viste como anillos en sus dedos.
Los viste como pedazos de lujuria y de zafiro:

ya era mi hermano en el otoño;
ya está contando los días y las noches.

Ese gana.
Ese no pierde.
Ese no se asoma a la ventana.
Ese dice su nombre en último lugar.

Es alguien que tiene lo que dije.
Lo viste como un bulto bajo el brazo.
Lo viste como un reloj la peor de sus horas.
Lo viste de umbral en umbral, no lo tira lejos.

Ese no gana.
Ese pierde.
Ese se asoma a la ventana.
Ese dice su nombre en primer lugar.

Ese será decapitado con los tulipanes.


viernes, 11 de diciembre de 2020

Fragmentaria (por Robert Rivas)



"¿Hay que ponerla junto a las otras?"

Te juro, no entienden. No entienden y ya no van a entender

Les dije: "el huevo se abre de esta manera"

Los huevos azules, pescados como de casualidad

en la bahía de Iskrenko, de noche,

como corresponde, entre tormentas inmensas


Recoger una tormenta más o menos entera

y trasladarla en el vetusto ferrocarril de Nilin

¡te la regalo!

trabajamos día y noche,

jornada tras jornada

¿y todo para qué?

Para que al entregarle la tormenta

al comisionado, este pretenda almacenarla

en un depósito de chapa en las afuera de Sumnirsky

Después te mira con cara de desgraciado

¡el hombre está agobiado!

¡Agobiado! Te juro que usó esa palabra,

la tengo grabada en la mente como una cuña metálica


"¡No importa la cara que pongas!", le gritamos

precisamente en su cara de desgraciado,

"¡No te vamos a traer otra!"


Pero puede ordenarlo, y el buró central se hará cargo

Suyas son las órdenes, que se superponen

y contradicen y anulan recíprocamente

pero que mejor cumplirlas como sea


Mientras tanto, las chapas del imbécil depósito de Sumnirsky

vuelan ya como grandes pájaros mecánicos, cercenando

cabezas (¿no era eso lo que querían?) de vacas y de campesinos,

sembradíos de lino y cebada, cabañas miserables,

bosques umbríos íntegros, bajo los cielos eternamente

helados


Hace un mes trajimos -casi completo- un lago desde las congeladas estepas de Ajmetev

Como de costumbre, no nos pagaron lo convenido

"Vivimos de eso", le dijimos en voz baja al comisario

"Es lo que aprendimos a hacer"

El comisario sonríe despectivo. No sabemos si le causamos risa o asco.


Ahora pretenden que empecemos a traer porciones de países vecinos

¿Cómo de grandes? "Todo lo que puedan transportar"


No, no preguntamos dónde van a ponerlos

pero sí dijimos, "¿y la paga, cuándo?"

"¡No son tiempos para andar fijándose en la paga!",

respondió con furia revolucionaria el comisario


Aprenderemos a comer piedras

y luego nos las deducirán del sueldo


lunes, 7 de diciembre de 2020

Nómada (por Rafael Baldaya)


Siempre de paso

de un lugar hacia otro

nómada

itinerante

nunca quieto en un sitio

nunca estatua de sal

nunca enmohecido

nunca estancado

siempre de viaje

rotando

rodando

continuamente en ruta

camino

carretera

en tránsito

en trasbordo

mudándote

mutándote

residiendo en la senda

sin domicilio

solo paradero

sin más armario que una maleta

No hay edén en el mundo

ni arcadia

ni vergel

No hay ningún paraíso

pero existe la dicha

de estar siempre de paso


viernes, 4 de diciembre de 2020

Abedules (por Robert Frost)

 

Cuando veo abedules oscilar a derecha

y a izquierda, ante una hilera de árboles más oscuros,

me complace pensar que un muchacho los mece.

Pero no es un muchacho quien los deja curvados,

sino las tempestades. A menudo hemos visto

los árboles cargados de hielo, en claros días

invernales, después de un aguacero.

Cuando sopla la brisa se les oye crujir,

se vuelven irisados cuando se resquebraja

su corteza esmaltada. Pronto el sol les arranca

sus conchas cristalinas, que mezcla con la nieve…

Esas pilas de conchas esparcidas se diría 

que son la rota cúpula interior de los cielos.

La carga los doblega hacia los mustios

matorrales cercanos, pero nunca se quiebran,

aunque jamás podrán enderezarse solos:

durante muchos años las ramas de sus troncos

curvadas barrerán con sus hojas el suelo,

igual que arrodilladas doncellas con los sueltos

cabellos hacia atrás y secándose al sol.

Pero cuando la Verdad se me interpuso

en la forma de un hecho como la tempestad,

iba a decir que quizás un muchacho,

yendo a buscar las vacas, inclinaba los árboles…

Un muchacho que por vivir lejos del pueblo

sólo sabe jugar, en invierno o en verano,

a juegos que ha inventado para jugar él solo.

Ha domado los árboles de su padre uno a uno

pasando por encima de ellos tan a menudo

que nada les dejó de su esbeltez.

A todos doblegó; no dejó ni uno solo

sin conquistar. Aprendió la manera

de no saltar de un árbol sin haber conseguido

doblarlo contra el suelo. Conservó el equilibrio

hasta llegar arriba, trepando con cuidado,

con la misma destreza que uno emplea al llenar

la copa hasta el borde, y aun arriba del borde.

De un empujón entonces disparaba los pies

hacia fuera y saltaba del aire hasta la tierra.


Yo fui también, antaño, un columpiador de árboles;

muy a menudo sueño en que volveré a serlo,

cuando me hallo cansado de mis meditaciones,

y la vida parece un bosque sin caminos

donde, al vagar por él, sentimos en la cara

ardiente el cosquilleo de telarañas rotas 

y un ojo lagrimea a causa de una brizna,

y quisiera alejarme de la tierra algún tiempo,

para luego volver y empezar otra vez.

Que jamás el destino, comprendiéndome mal,

me otorgue la mitad de lo que anhelo

y me niegue el regreso. Nada hay, para el amor,

como la tierra; ignoro si existe mejor sitio.

Quisiera encaramarme a un abedul, trepar,

por las ramas oscuras del tronco blanquecino 

y subir hacia el cielo, hasta que el abedul,

doblándose vencido, me devolviera al suelo.

Subir y regresar sería muy hermoso.

Pues hay cosas peores en la vida que ser

un columpiador de árboles. 


jueves, 3 de diciembre de 2020

A qué distancia estabas (por Ou-yang Hsiu​)


Una vez que te fuiste, ¿cómo podía saber a qué distancia

estabas?

Lo único que podía ver eran frías sombras de melancolía

Cómo, por grados, te ibas interminablemente, más y más

sobre aguas tan vastas que aun los peces se hunden -¿quién

sabe dónde?


Tarde, por la noche, el viento a través del bambú toca música

de otoño

Diez mil hijas, mil sonidos -todos de lamento

Trato de dormir para encontrarte en un sueño

Pero los sueños todavía me eluden, y la luz de la lámpara

arde hasta las cenizas.


miércoles, 2 de diciembre de 2020

Una canción en blanco (por Constantino Molina)




Si alguna vez callásemos 

como callan los árboles, las nubes

y las piedras, podrían escucharse

los árboles, las nubes y las piedras.

También en estas cosas se escucha una canción.

Y desde su silencio nos invitan

a creer en la voz que sin verbo habla.

Así,

mientras alguien fabula estrategias que calmen

su incertidumbre,

un lúgano le canta a la mañana

y el cielo le regala los colores del bosque.

Mientras alguien disfraza con plegaria su miedo,

un milano dibuja su vuelo entre las nubes

y esparce libertad.

Y mientras alguien busca con palabras

la respuesta que salve su alegría,

la primavera llega, tan callada,

y expande los secretos de la dicha.

El mundo nos entona su canción.

Una canción en blanco,

sin dictado ni acorde, sin ciencia ni conciencia,

que de la nada viene y en todo se refleja.

Basta callar, dejar cantar al mundo

y oír su voz fugaz para entenderlo. 


lunes, 30 de noviembre de 2020

Las raíces (por Vizma Belševica)


Ser las raíces. En el subsuelo al que jamás

desciende un rayo. Donde la luz no echa un vistazo nunca.

Una rama sin pájaro. Una rama sin hojas.

La fuente de un manantial en la más fina red de fibra

que no debe romperse. El duro trabajo de las raíces.

Sin respiro. (Hasta el sueño de invierno sólo es aparente.)

Almacenar. Alimentar. Saciar. Ser un vínculo mudo

entre el amargo final y la vida. Negado por su propio ser

y tullido para permitir que la flor blanca

celebre el sol,

el poder de la revelación de la belleza.

Ser las raíces. Y no envidiar la flor.


viernes, 27 de noviembre de 2020

Utopía (por Isidro Saiz de Marco)

 

El mundo que imaginas

-sin pérdidas ni arranques,

sin pelear por la vida,

sin armas,

sin dominios,

exento de crueldad y depredación-…;


entristece pensar que el mundo que deseas,

acogedor y amable,

tan distinto de éste,


el mundo con que sueñas y que dibujarías

si por una vez fueses tú el gran diseñador…


en todo lo existente,

en el entero Todo

-en sus galaxias, astros,

territorios remotos,

extraños pasadizos,

en su fluir de siglos, de milenios, de eras,

en cuantas dimensiones se entrecrucen…-,


nunca y en ningún sitio,

¡ en la Realidad toda !


ese mundo que anhelas

pudiera no existir.


miércoles, 25 de noviembre de 2020

Lo que había sido otra cosa (por E. E. Cummings)


la luz del sol se extinguió

nuestras bocas temores corazones pulmones brazos esperanzas pies manos


bajo nosotros el callado Mediterráneo más azul

de lo que habíamos imaginado

algunos gritos surcando

el alto aire

una vela un barco de pesca alguien un espectáculo invisible

quizá ciertos nadies riéndose débilmente


jugando moviéndose lejos debajo de nosotros


quizá una casa de campo prendida como los trozos

de una cometa de los árboles, aquí

y aquí reflejándose

la luz del sol

(por todas partes luz del sol penetrante completa

silenciosa


y por todas partes tú tus besos tu carne espíritu respirando

junto debajo en torno a mí)


después

un denso color se alzó contra el cielo y el mar


…finalmente tus ojos me

conocieron, nos sonreímos, dejándonos, observando

(tumbados, en

la hierba de un

acantilado) lo que había sido otra

cosa convirtiéndose en nosotros cuidadosa lenta fatalmente


mientras en el mismo centro del fuego todo

el mundo se volvía brillante y un poco evanescente


lunes, 23 de noviembre de 2020

De amar aún el mundo (por Francisco Brines)


Abrir los ojos, después de que la noche

recluyera los astros en su amplia cueva rasa,

y ver, tras del cristal,

ya visibles los pájaros

en el fanal aún pálido del sol,

moviéndose en las ramas.

Y cantos que hacen mía la bóveda del aire.

Y sentir que aún me late en el pecho

el corazón del niño aquel,

y amar, en la mañana, la vida que pasó,

y esta maga sorpresa

de amar aún el mundo en la mañana.

Y en el nombre del mar, que está lejano

y azul, siempre tendido

desde el remoto amanecer del mundo,

persignarme la frente, luego el pecho,

los delicados hombros que ahora rozo,

y besar, con los labios del niño rescatado,

este mundo tan viejo,

que hoy no alcanzo a saber

por qué, si el amor no se ha muerto,

me quiere abandonar.


domingo, 22 de noviembre de 2020

Habla el zorro (por Robert Rivas)


Un túnel de puras líneas rectas, pintado de negro

Como tiene curva a la derecha más adelante, parece sin salida

Ventanas rectangulares a ambos lados

Un diminuto zorrito de piel beige clara

cola gruesa y suave

orejas enormes

en el pabellón de los mamíferos

Vidriera, paredes lavadas de negro, piso de 'paisaje' de arena

gris

Por delante -que es lo único que hay- el pasillo

El resto de los compartimientos

podría ser un tren de cemento,

fijo

Va de ningún lado a ningún otro lado

Los 'pasajeros' pasan de largo por el pasillo

Se detienen a veces, miran con escasa atención

El espectáculo es pobre:

se trata de descubrir en qué lugar está el animal

correspondiente

El cartel indica género y especie Y un nombre en latín

Siempre parece ser un lugar abandonado en la noche

Pero el pequeño zorro no tiene manera de saberlo

Prestando cierta atención

al zorrito no le va ni le viene, al parecer

Esto es lo que le ha tocado en suerte

Si tiene memoria, si tuviese alguna noción del futuro

si acaso pudiese preguntarse por el sentido

de su existencia en particular

y de la existencia en general

en ese silencio de cada compartimiento

Excepto por la hora de la comida

que le es deslizada por una puertita vaivén de chapa

en el borde inferior de la pared trasera

sin que se vea a nadie

"Este es el punto cero de la existencia"

podría decir el zorrito beige

provisto de una mochila de lenguaje

¿El tiempo es lo que transcurre

desde que salí del vientre de mi madre

o es mucho pero mucho antes, el tiempo

del origen de los zorritos color beige de cola abundante

y orejas grandes?

Hasta que me quede definitivamente quieto

-tardarán un poco en notarlo-

la oscuridad poblada de silencios

y siseos de reptiles

trinos de insectos

chillidos de pájaros nocturnos

Podría haber sido un civeto, un lemur, una equidna

Pero esta no es una de sus ocurrencias

No conoce a nadie de su especie

ni de otra

Meo-como-cago-duermo

Existo es una palabra dura y diminuta

(también vale para el caso "existencia insuficiente")

y, en mi rincón de arena

en el compartimiento iluminado

sin día ni noche ni sol ni luna

sin viento ni lluvia ni nubes ni estrellas

esto es lo que tengo:

una palabra dura que roer

una palabra mullida en la que acurrucarme


jueves, 19 de noviembre de 2020

La rama verde (por Eloy Sánchez Rosillo)


Ay, árbol del vivir,
árbol de la ilusión y de los desengaños,
de las revelaciones.
Cuando te agita el viento de la edad,
las hojas secas caen.
Pero en la rama aún verde de la infancia
-la que está más arriba, la que en la luz se mueve-
canta el jilguero.


martes, 17 de noviembre de 2020

Ojeadas (por Robert Frost)



A menudo veo flores desde un coche en marcha
que se han ido antes de poder decir cuáles son.

Quiero bajarme del tren y regresar
para ver qué eran, al lado de la vía.

Nombro todas las flores que seguramente no eran:
no hay amantes estramonios donde han ardido bosques

ni campanillas adornando una boca de túnel,
ni altramuces que vivan de arena y sequía.

¿Rozaron mi mente con algo
que nadie en la tierra hallará nunca?

El cielo sólo concede ojeadas a quienes
no están preparados para ver muy de cerca. 


lunes, 16 de noviembre de 2020

Lamento de una viuda en primavera (por William Carlos Williams)


La tristeza es mi propio terreno donde la hierba buena
flamea como frecuentemente
flameó antes aunque no
con el fuego frío
que este año me rodea más de cerca.
Viví treinta y cinco
años con mi esposo.
Hoy el ciruelo está blanco
con montones de flores.
Montones de flores
cargan las ramas del cerezo
y pintan algunos arbustos
de amarillo y otros de rojo
pero la pena en mi corazón
es más fuerte que ellas
porque si antes fueron
mi alegría, hoy apenas las percibo, 
doy la vuelta queriendo olvidar.
Hoy mi hijo me contó
que en las praderas
hacia el límite del bosque espeso
a lo lejos, vio
árboles de flores blancas.
Siento que me gustaría
ir allí
y caer entre esas flores
y hundirme en el pantano junto a ellas.


viernes, 13 de noviembre de 2020

Saluda de nuevo a la carretera (por Lew Welch)


Cerré la puerta de la choza, cargué el coche y
conduje a San Francisco
400 millas a través de valles de alondras —

las colinas ese año tan verdes un
brillo de oro se proyecta sobre ellas,
como si el ojo no pudiera
aguantar un verde así

¡y ni una sola amapola!
flor del Estado
inquietantemente desaparecida

Pero nada importa en mi Coche de Supervivencia cuando
¡Oh, a mi Dama le gusta viajar conmigo!

buen whiskey
extensión de cemento
asiento trasero
rifle comida y saco de dormir

Inmóvil, finalmente, finalmente solo
a la deriva en el cinturón de cemento a
70-millas-por-hora bajo mi coche
Quieto, salvo el balanceo del volante, y
¡Ella!
¡a mi Dama le gusta cantarme!

discursos anarquistas de 5 horas,
arreglar canciones equivocadas todo el invierno

(y ni siquiera me deja parar a apuntarlas)

Buen
Whiskey

Extensión de cemento
Canción de Gran Motor Chewy 6 Capas qué
sin santuario,
peregrino
por el mundo.


jueves, 12 de noviembre de 2020

Damos vueltas inéditas (por Verónica Zondek)


Todo calculado:

sol

oficinas

aviones y pan.


Mientras

damos vueltas inéditas en tierra redonda y suelo plano

y casi doctos

enterramos uña para arraigar.


Así

no otra sino caer al abismo

sentir ternura

besar con amor el naderío

y gozar.


Así

no otra que desnudos.


miércoles, 11 de noviembre de 2020

Detrás de aquella puerta (por Olga Orozco)


En algún lugar del gran muro inconcluso está la puerta,
aquella que no abriste
y que arroja su sombra de guardiana implacable en el revés de todo tu destino.
Es tan solo una puerta clausurada en nombre del azar,
pero tiene el color de la inclemencia
y semeja una lápida donde se inscribe a cada paso lo imposible.
Acaso ahora cruja con una melodía incomparable contra el oído de tu ayer,
acaso resplandezca como un ídolo de oro bruñido por las cenizas del adiós,
acaso cada noche esté a punto de abrirse en la pared final del mismo sueño
y midas su poder contra tus ligaduras como un desdichado Ulises.
Es tan solo un engaño,
una fabulación del viento entre los intersticios de una historia baldía,
refracciones falaces que surgen del olvido cuando lo roza la nostalgia.
Esa puerta no se abre hacia ningún retorno;
no guarda ningún molde intacto bajo el pálido rayo de la ausencia.
No regreses entonces como quien al final de un viaje erróneo
-cada etapa un espejo equivocado que te sustrajo el mundo-
descubriera el lugar donde perdió la llave y trocó por un nombre confuso la consigna.
¿Acaso cada paso que diste no cambió, como en un ajedrez,
la relación secreta de las piezas que trazaron el mapa de toda la partida?
No te acerques entonces con tu ofrenda de tierras arrasadas,
con tu cofre de brasas convertidas en piedras de expiación;
no transformes tus otros precarios paraísos en páramos y exilios,
porque también, también serán un día el muro y la añoranza.
Esa puerta es sentencia de plomo; no es pregunta.
Si consigues pasar,
encontrarás detrás, una tras otra, las puertas que elegiste.



martes, 10 de noviembre de 2020

Pasó el amor (por Miguel Hernández)


El amor ascendía entre nosotros
como la luna entre las dos palmeras
que nunca se abrazaron.

El íntimo rumor de los dos cuerpos
hacia el arrullo un oleaje trajo,
pero la ronca voz fue atenazada.
Fueron pétreos los labios.

El ansia de ceñir movió la carne,
esclareció los huesos inflamados,
pero los brazos al querer tenderse
murieron en los brazos.

Pasó el amor, la luna, entre nosotros
y devoró los cuerpos solitarios.
Y somos dos fantasmas que se buscan
y se encuentran lejanos.


sábado, 7 de noviembre de 2020

Me arrancaron del sol blanco (por Jerome Rothenberg)


Me arrancaron del sol blanco y me
trajeron al sol negro, me
hicieron dormir entre hileras de abrigos:
yo era un niño de ciudad perdido en el campo, una
herida en la mano era todo lo que sabía de los sauces.
¿Puedes entender, oyes el ancho
bramar del viento contra el flanco
de la vaca, y los grillos que corren por mis
mangas, los grillos llenos de noche, como
pequeños soles negros? Inténtalo, yo también lo haré.
Sólo este grito guarda mi corazón, sólo este lamento.
Me arrancaron del sol blanco y me
trajeron al sol negro, y ahora no hay puerta
ni camino por donde volver.


viernes, 6 de noviembre de 2020

Esas sombras (por Joaquín Marco)

 

Todas las páginas están en blanco: tu diario.

Los recuerdos se confunden,

las fechas resultan ya improbables.

Tienes en la memoria una mezcla

de lo vivido y lo imaginado.

Tu vida es una anécdota fugaz

e intrascendente. Tus olvidos

alcanzan las palabras. Se reiteran

los pasos en la nieve, te persiguen los huecos,

identificas los vacíos. Tu perdida memoria,

los seres que te amaron, aquellos que murieron,

sus ojos fueron verdes o ciegos.

Te amaban en su noche: esas sombras.

Nunca anotaste fechas, llantos, una playa

desierta, extraviados en los caminos

sin salida. Repasas cuidadosamente

estas páginas albas. Desmemoriado, sin filtro,

te has convertido en un interrogante. 


lunes, 2 de noviembre de 2020

Y sale por mi boca (por Andrea Wolf)



Empieza como un susurro

apenas una pisada

sobre la arena seca

y va en aumento

hasta volverse ruido

como el del tren que pasa

y de tanto pasar

se hace imperceptible

sin darme cuenta

termina alzándose

como una espada

que me atraviesa

y sale por mi boca

como un grito

así la voz de mi madre.


viernes, 30 de octubre de 2020

El sueño debe venir (por Louise Glück)

 

Como una niña, la tierra se va a dormir,
o al menos así dice el cuento.

Pero no estoy cansada, dice,
y la madre responde: Puede que tú no estés cansada pero yo sí.

Lo puedes ver en su rostro, todo el mundo puede.
Así que la nieve debe caer, el sueño debe venir.
Porque la madre está mortalmente harta de su vida
y necesita silencio.


miércoles, 28 de octubre de 2020

A ese sitio (por Isidro Saiz de Marco)



tu zona que no puede abrirse con mentiras
-solo con mi verdad clara y pequeña-

tu parcela imposible de alcanzar por la fuerza
-suavemente tan solo-

tu espacio al que no lleva ningún atajo turbio
ni oblicuo
ni tramposo
-solo un camino limpio

aunque haga falta a veces coraje para andarlo-

a ese recinto tuyo
a ese sitio y no a otro
es al que quiero ir


lunes, 26 de octubre de 2020

Te deseo (por Sergio Jockymann)


Te deseo primero que ames, y que amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar, no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así, pero que si es,
sepas ser sin desesperar.
Te deseo también que tengas amigos,
y que, incluso malos e inconsecuentes
sean valientes y fieles, y que por lo menos
haya uno en quien confiar sin dudar.

Y porque la vida es así,
te deseo también que tengas enemigos.
Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,
para que, algunas veces, te cuestiones
tus propias certezas. Y que entre ellos,
haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil,
mas no insustituible.
Y que en los momentos malos,
cuando no quede nada más,
esa utilidad sea suficiente
para mantenerte en pie.

Igualmente, te deseo que seas tolerante,
no con los que se equivocan poco,
porque eso es fácil, sino con los que
se equivocan mucho e irremediablemente,
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no
madures demasiado deprisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer
y su dolor y es necesario dejar
que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste.
No todo el año, sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras
que la risa diaria es buena, que la risa
habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras,
con urgencia máxima, por encima
y a pesar de todo, que existen,
y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.

Te deseo que acaricies un perro,
alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero
erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera,
sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea,
y la acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuántas vidas
está hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico,
Y que por lo menos una vez
al año pongas algo de ese dinero
frente a ti y digas: "Esto es mío".
solo para que quede claro
quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno
de tus defectos muera, pero que si
muere alguno, puedas llorar
sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre,
tengas una buena mujer, y que siendo
mujer, tengas un buen hombre,
mañana y al día siguiente, y que cuando
estén exhaustos y sonrientes,
hablen sobre amor para recomenzar.

Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo nada más que desearte.


jueves, 22 de octubre de 2020

Al mismo tiempo (por José Luis Parra)


Soy uno y soy multitud.Quiero vivir, quiero morir.
No: no quiero vivir, ni tampoco morir.
No puedo renunciar ni al Todo ni a la Nada.
Ser y no ser al mismo tiempo.
He aquí el auténtico problema.



martes, 20 de octubre de 2020

Sin para qué (por Rafael Baldaya)


sin objetivo

sin un fin o un propósito

sin para qué

los engranajes se insertan unos en otros

las bielas no se paran

giran los rodamientos

algún motor secreto debe propulsar todo

se diría que la máquina

la gran máquina inútil 

sin más finalidad que estar en marcha

sin otra producción que automoverse

el supremo armatoste al servicio de nada

funciona bien


lunes, 19 de octubre de 2020

Volveremos a vernos (por Luis Alberto de Cuenca)


Volveremos a vernos donde siempre es de día
y los feos son guapos y eternamente jóvenes,
donde los poderosos no abusan de los débiles
y cuelgan de los árboles juguetes y tebeos.

En ese hogar de luz que no hiere los ojos
volveremos tú y yo a decirnos bobadas
cogidos de la mano, viendo morir las olas
sin agobios ni prisas, donde el sol no se pone.

Y viviré en tus labios el amor que la Tierra
sintiera por el Cielo cuando el mundo era un niño,
y el tiempo dejará de salmodiar su lúgubre
canción de despedida mientras nos abrazamos.


lunes, 12 de octubre de 2020

Los gallos (por Eugenio Montejo)


¿Por qué se oyen los gallos de pronto a medianoche
si no queda ya un patio en tantos edificios?
Filtrados por muros de piedra
y rectos paredones
nos llegan sus ecos;
no se puede dormir, es más terrible
que en el tedio de las aldeas
cuando llenan el mundo de gritos.
Cruzan el empedrado,
la niebla de la calle,
alzan sus crestas de neón,
entran cuando el televisor borra sus duendes.
Pero no hay troja que los guarde
sino sombra de asfalto y sellados postigos;
¿de qué rincón vidrioso en los espejos
saltan
y se sacuden aleteando
las soledades de sus lejanías?
Gallos ventrílocuos donde me habla la noche,
¿son mi parte de abismo?
Gallos en el sonambulismo de las cosas,
roncos a causa de la ausencia
en caminos de polvo
cuyas voces creímos extintas,
¿qué hacen a medianoche en la ciudad
tan lejos?,
¿qué lamento los va acercando a mis oídos?


jueves, 8 de octubre de 2020

Manadas (por Robert Rivas)


No, otra vez no cabía error alguno: se escuchaban claramente los bufidos. El pequeño pasillo, si se ubicaba uno convenientemente, nos permitía empezar a verlos: eran todos ejemplares grandes y se movían como empujados desde atrás por una fuerza cuyo origen quedaba fuera de nuestro campo visual, que iba de derecha a izquierda del pasillo. Búfalos, mayormente. Tal vez eran bisontes. Cualquier mayoría automáticamente cansa un poco. Pero había también un toro negro, y alcancé a ver la cornamenta de un reno, que parecía, dentro de la relativa lentitud apareada con desenfreno con que se movía esta tropa venida de quién sabe dónde, el más asustado de todos; aunque entre las bestias no se distinguía ningún caballo, se observaban en cambio algunos ejemplares robustos de tapir y estoy casi seguro de que eso otro que avanzaba por el medio era un hipopótamo de piel húmeda, además de un terrible rinoceronte de piel escamosa y tan seca, como si nunca hubiese estado en contacto siquiera con el agua de la lluvia. Todos los animales emitían fortísimos sonidos, que se confundían entre sí, gruñidos, rugidos guturales, bufidos sobre todo; como si el apuro que movía la corriente de derecha a izquierda por momentos se hiciera más intensa y este verdadero vendaval de bestias no terminaba de pasar, a pesar de que el lugar -lo conozco bien de día- es bastante angosto; retumban sus patas como un galope espantoso, o al menos espantado, pero ya dije que se veían moverse de forma lenta, por la falta de espacio, intercambiando, eso sí, sus posiciones en la manada, y en un momento vi caer a uno de los animales, con el consiguiente revuelo de enormes e incómodos cuerpos alrededor.

Me di cuenta entonces de que en la mayoría de los casos estos animales debían luchar toda la vida con esos cuerpos inadecuados, demasiado determinados y determinantes, sea en lo húmedo o en lo seco, en la marcha o en la quietud, en los momentos de paz o en los momentos de guerra, en los días de andar simplemente por ahí y en los días de su muerte. Y eso volvía a aprender cada noche, cuando empezaban los bufidos, los gruñidos, los olores inconfundibles del regreso de la manada, aunque me siento capaz de asegurar que nunca se trataba de las mismas especies, ni de los mismos ejemplares.



martes, 6 de octubre de 2020

Un peregrino (por Malcolm Lowry)



Un peregrino atraviesa el pueblo de noche;

un ignorante, un insignificante hombre.

Era ya un peregrino cuando el mundo empezó

a vislumbrar extraños cazadores en el infinito.

Los acantilados están a izquierda y a derecha.

El mar es como el mar cuyo rumor corrió

en su infancia por la llanura del trueno.

El mar, entonces, era esperanza y murmullo alegre;

los desfiladeros eran altos, el mar era profundo.


El pueblo es solo una mentira llena de mentiras.

Ojalá tuviera el valor de no dormir.

No puedo seguir, ¿cuándo podré levantarme?

Enséñame a navegar por los fiordos del azar

mientras esquivo mi abisal ignorancia.



sábado, 3 de octubre de 2020

Dedicatoria (por Adrienne Rich)


Sé que estás leyendo este poema

tarde, antes de dejar la oficina

esa de la intensa luz amarilla y la ventana en penumbras

en el cansancio de un edificio que se diluye en la quietud

mucho después de la hora punta. Sé que estás leyendo este poema

en una librería, de pie, lejos del mar

una tarde gris a inicios de la primavera, con débiles copos de nieve

llegados desde el enorme espacio de praderas que te rodean.

Sé que estás leyendo este poema

en un cuarto donde tuviste que tolerar demasiado

las sábanas se ven revueltas, paralizadas sobre la cama

y la maleta abierta habla de un vuelo

pero no puedes partir todavía. Sé que estás leyendo este poema

mientras el Metro pierde impulso y antes de correr

escaleras arriba

hacia una clase de amor desconocido

que tu vida aún nunca permitió.

Sé que estás leyendo este poema a la luz

del televisor donde imágenes sin sonido irrumpen y se suceden

mientras esperas noticias de la Intifada.

Sé que estás leyendo este poema en una sala de espera

entre ojos conocidos y hostiles, llena de empatía con extraños.

Sé que estás leyendo este poema bajo una luz fluorescente

con el aburrimiento y la fatiga de los jóvenes excluidos,

que se excluyen a sí mismos de la vida con excesiva rapidez. Sé

que estás leyendo este poema con la vista que te falla, que gruesos

lentes agigantan estas letras hasta borrar todo sentido, y aun así

persistes porque el abecedario mismo es valioso.

Sé que estás leyendo este poema mientras esperas que en la cocina

se caliente la leche, con un niño que llora en tus brazos, un libro en la mano

porque la vida es breve y tú también estás sedienta.

Sé que estás leyendo este poema escrito en un idioma que no es el tuyo

adivinando ciertas palabras mientras otras te fuerzan a seguir

y yo quiero saber cuáles son esas palabras.

Sé que estás leyendo este poema con el deseo de oír algo, desgarrada

entre la amargura y la esperanza.

como quien regresa una vez más a la tarea indispensable.

Sé que estás leyendo este poema porque no queda

ya nada que leer ahí donde llegaste, desnuda como estás.


viernes, 2 de octubre de 2020

Intenta forzar estas bisagras (por Emily Dickinson)


Cuántas veces estos cansados pies han tropezado,
sólo mi boca amortajada puede decirlo.
Intenta arrancar esta horrible tapa de ataúd.
Intenta forzar estas bisagras de acero.

Acaricia la fría frente, antes ardiente,
levanta si quieres el cabello deslucido,
palpa los dedos diamantinos
que ya nunca usarán el dedal.

Zumban las moscas indolentes en la ventana del cuarto,
valiente brilla el sol a través del cristal agrietado,
sin miedo la telaraña se balancea desde el techo,
ama de casa indolente, sobre margaritas acostada.


lunes, 28 de septiembre de 2020

Canción de amor (por Williams Carlos Williams)


¿Qué tengo para decirte
cuando nos encontremos?
Sin embargo —
aquí estoy acostado pensando en ti.

La mancha del amor
se extiende sobre el mundo.
Amarilla, amarilla, amarilla,
se va comiendo las hojas
mancha con azafrán
los pliegues de las ramas que se inclinan
pesadamente
contra un delicado cielo púrpura.

Aquí no hay luz —
sólo una espesa mancha de miel
que gotea de hoja en hoja
y de rama en rama
arruinando todos los colores
del mundo.

Estoy solo,
el peso del amor
me ha mantenido a flote
hasta que mi cabeza
golpea contra el cielo.

¡Mírame!
Gotea néctar de mis cabellos;
los tordos se lo llevan
en sus alas negras.
Mírame, al fin
mis brazos y mis manos
están sin hacer nada.

¿Cómo podría saber
si alguna vez volveré a amarte
como ahora?


domingo, 27 de septiembre de 2020

Así siento caer (por Ada Negri)

 

La rosa blanca, sola en una copa


de vidrio, en el silencio se deshoja


y no sabe que muere y que la miro


morir. Uno tras otro se desprenden


los pétalos; intactos, impolutos.


Uno al lado del otro, con un toque


leve, se van posando y se quedan, dispuestos


por si un prodigio los reanima y los


devuelve, aún vivos, cándidos aún,


al tallo despojado. Así siento caer


sobre mi corazón los días de mi tiempo


fugaz: intactos; y el corazón quisiera,


y no puede, volver a componerlos


en una rosa nueva, sobre un tallo más alto.


jueves, 24 de septiembre de 2020

El secreto rojo (por Mónica Alicia Spesso)



La boca llega al filo de la confesión,

quiere saltar sin miedo,

llegar al fondo del abismo

que hace tiempo está en silencio.

La lengua juiciosa se encierra,

se retuerce,

calla el secreto apretado en la cavidad roja.

Los labios llenos de sangre

esperan el momento,

no quieren salpicar a los que aman.


martes, 22 de septiembre de 2020

Tuve la feliz idea (por Mary Szybist)


Tuve la feliz idea de suspender algunos globos azules en el aire
y verlos estallar.

Tuve la feliz idea de poner mi pequeño caballo de cobre en el estante para que pudiéramos mirarnos el uno al otro toda la noche.

Tuve la feliz idea de crear un vacío en mi interior.

Pensé que era algo natural.

Pensé que era algo sobrenatural.

Tuve la feliz idea de anudar una bufanda azul alrededor de mi cabeza y enrollarla.

Tuve la feliz idea de que en algún lugar nacería un niño que en nada se parecería a Helena o a Jesús, excepto en la intención de cambiarlo todo.

Tuve la feliz idea de que algún día iba a experimentar el placer y el castigo, que los conocería y los padecería,

Y que, hasta que lo hiciera, sería casi mejor fingirlo.

Tuve la feliz idea de decir que soy feliz.

Tuve la feliz idea de que el perro que escarba un hoyo en el patio en el crepúsculo tenía la nariz profundamente amoldada a la vida.

Tuve la feliz idea de que lo que no comprendo es más real que lo que comprendo,
y entonces la felicísima idea de calzarme
los dos zapatos de terciopelo azul.

Tuve la feliz idea de pulir el cristal reflectante y decir
hola a mi propia alma azul. Hola, alma azul. Hola.
Fue mi idea más feliz. 


lunes, 21 de septiembre de 2020

Calle de uno que no hizo nada (por Nino Pedretti)

 

Las calles son

todas de Mazzini, de Garibaldi, son de Papas,

de aquellos que escriben,

que dan órdenes, que hacen la guerra.

Nunca vas a cruzarte con

calle de uno que hacía gorritos,

calle de uno que estaba debajo de un cerezo,

calle de uno que no hizo nada

porque iba de paseo

encima de una yegua.

Y pensar que el mundo

está hecho de gente como yo

que come achicoria

en una ventana

contenta de estar, en verano,

descalza.


domingo, 20 de septiembre de 2020

Cansada de la perfección (por Rosabetty Muñoz)



El vendaval que dejó la santa
al elevarse.
Despojada de sí.
Cerúleo el rostro.
Transformada y bella.
Me sorprendió encontrarla, al otro día
donde mismo. Cansada.
Con algunas arrugas cerca de los ojos
y, sobre todo,
subiendo desganada al pedestal.
Quiero decir (parecía)
cansada de la perfección
tratando de confundirse con los feligreses.



miércoles, 16 de septiembre de 2020

Test (por Nicanor Parra)


Qué es un antipoeta:
Un comerciante en urnas y ataúdes?
Un sacerdote que no cree en nada?
Un general que duda de sí mismo?
Un vagabundo que se ríe de todo
hasta de la vejez y de la muerte?
Un interlocutor de mal carácter?
Un bailarín al borde del abismo?
Un narciso que ama a todo el mundo?
Un bromista sangriento
deliberadamente miserable?
Un poeta que duerme en una silla?
Un alquimista de los tiempos modernos?
Un revolucionario de bolsillo?
Un pequeño burgués?
Un charlatán?

Un dios?
Un inocente?
Un aldeano de Santiago de Chile?

Subraye la frase que considere correcta.

Qué es la antipoesía:
Un temporal en una taza de té?
Una mancha de nieve en una roca?
Un azafate lleno de excrementos humanos
como lo cree el padre Salvatierra?
Un espejo que dice la verdad?
Un bofetón al rostro
del Presidente de la Sociedad de Escritores?
(Dios lo tenga en su santo reino)
Una advertencia a los poetas jóvenes?
Un ataúd a chorro?
Un ataúd a fuerza centrífuga?
Un ataúd a gas de parafina?
Una capilla ardiente sin difunto?

Marque con una cruz
la definición que considere correcta.

martes, 15 de septiembre de 2020

Los formales y el frío (por Mario Benedetti)


¿Quién iba a prever que el amor ese informal se dedicara a ellos tan formales?

Mientras almorzaban por primera vez ella muy lenta y él no tanto, y hablaban con sospechosa objetividad de grandes temas en dos volúmenes

su sonrisa, la de ella era como un augurio o una fábula.


Su mirada, la de él tomaba notas de cómo eran sus ojos, los de ella pero sus palabras las de él no se enteraban de esa dulce encuesta.

Como siempre o como casi siempre la política condujo a la cultura, así que por la noche concurrieron al teatro sin tocarse una uña o un ojal ni siquiera una hebilla o una manga.

Y como a la salida hacía bastante frío y ella no tenía medias solo sandalias por las que asomaban unos dedos muy blancos e indefensos, fue preciso meterse en un boliche y ya que el mozo demoraba tanto ellos optaron por la confidencia extra seca y sin hielo por favor.

Cuando llegaron a su casa, la de ella ya el frío estaba en sus labios, los de él.

De modo que ella fábula y augurio le dio refugio y café instantáneos.

Una hora apenas de biografía y nostalgias hasta que al fin sobrevino un silencio, como se sabe, en estos casos es bravo decir algo que realmente no sobre.

Él probó "solo falta que me quede a dormir"
y ella aprobó "¿por qué no te quedás?"
y él "no me lo digas dos veces"
y ella "bueno, ¿por qué no te quedás?"


De manera que él se quedó en principio
a besar sin usura sus pies fríos, los de ella.


Después ella besó sus labios, los de él que a esa altura ya no estaban tan fríos.

Y sucesivamente así mientras los grandes temas dormían el sueño que ellos no durmieron.


lunes, 14 de septiembre de 2020

He oído decir que es un mensaje (por Russell Edson)


Había permanecido en la cama más tiempo del que usualmente le toma a la fatiga de uno agotarse.

Muy a menudo hay una canción que uno debe cantar toda la noche; se repite y no hay quien la pare. Uno le marca el compás con los dientes caninos, o con los dedos de los pies. Es un tic musical.

He oído decir que es un mensaje que uno no se atreve a escuchar. En la oscuridad el inconsciente es algo peligroso. Prefiero “Melancholy Baby” a cualquier otra cosa que pueda escuchar. Y así escucho toda la noche “Melancholy Baby”, rechinando cada sílaba con mis dientes.

Uno siente que las cosas están a punto de cambiar. He sentido esto toda mi vida. Es una disposición que le quita significado a cada acto, volviendo cada situación obsoleta, poniendo el presente en el pasado.

Un hombre es una serie de objetos guardados en una caja, el sonido de un tren, los sonidos de sus propios líquidos goteando a través de los íntimos arroyos de su cuerpo, un cierto número de huesos, sombras de árboles que caen a través de la carne como un estampado de nervios, o vasos sanguíneos; derrames, intercambios, desconexiones…

Improvisación montada en un trozo de carne, tendido en la cama en la noche.

“Melancholy Baby” una y otra vez. Ralentizada. Fuera de tiempo… Cada sílaba una y otra vez…


domingo, 13 de septiembre de 2020

Está la línea de misterio y fuego (por Clarice Lispector)


Dame tu mano:
Voy a contarte ahora
cómo he entrado en lo inexpresivo
que siempre ha sido mi búsqueda ciega y secreta.
De cómo he entrado
en aquello que existe entre el número uno y el número dos,
de cómo he visto la línea de misterio y fuego,
y que es línea subrepticia.

Entre dos notas de música existe una nota,
entre dos hechos existe un hecho,
entre dos granos de arena por más juntos que estén
existe un intervalo de espacio,
existe un sentir que es entre el sentir
—en los intersticios de la materia primordial
está la línea de misterio y fuego
que es la respiración del mundo,
y la respiración continua del mundo
es aquello que oímos
y llamamos silencio.


sábado, 12 de septiembre de 2020

Sueños (por Robert Rivas)


sin punto de partida: siempre están empezados
el cine ha estado en función, sos vos el que llega
en determinado momento
la idea del multicine es muy apropiada
en este caso se proyectan varias películas al mismo tiempo, 
el espectador pasa de uno a otro cine 
como si la suya fuese una existencia en estado gaseoso
sólo su mirada permanece, el resto de él está 
en una situación de perfecta presencia ausente
sueños cuya sustancia suya es lo evanescente
sueños que parpadean y se alejan
sueños que casi no respiran y sueños pulsátiles
sueños ajenos que han llegado por puertas ocultas
sentir su reabsorción casi instantánea al despertar
has salido brutalmente del cine y tu memoria 
se ha quebrado por ese acto brutal
con la luz de los sueños se podrían preparar bebidas
para momentos cruciales
dejame mirarlos, no importa lo que signifiquen
sueños que se proeelonngan, estiran
no se detienen en ninguna estación
(las estaciones suben y cambian el rumbo sin detenciones)
sin embargo se deslizan por un aire encantado
están hechos de tal modo que convencen
de su realidad
con los sonidos de los sueños, con sus palabras que nunca
pasaron por el ojo de la aguja del lenguaje
podrían escribirse cosas que ridiculizarían a los poetas
largas son sus piernas, estiradas hasta lo más hondo
del pasado
"sueños soñaba soñarte, viviente mía"
me sueño
me sueño es mi última 'realidad'
me sueño encima
me sueño vivo, muerto, otro, propio, enemigo, solo, hijo,
yendo, viendo, estando, perdido, gozante-aterrado-amado
-olvidado
tan íntima intimidad como puede conseguirse
y un poco un poco más de libertad
fluye sueño
fluyen sueños -algunos viajan vacíos-
a lo largo de una vida -una lifetime intraducible-
una vida de sueños, múltiple, casi infinita
y las posibilidades de los sueños y su decir lo indecible

el sueño de un escalofrío
el sueño de las crías de las liebres en el campo
el sueño del flotador perdido en el mar
el sueño de las langostas acorazadas, si es que sueñan lo mismo
el sueño de una obsesión
el sueño del reloj parado a las tres y cinco
el sueño del huevo en el nido
el sueño de un baño tibio
el sueño del iceberg a la deriva
el sueño de los días olvidados y el sueño del olvido
el sueño del cuchillo en el cajón
el sueño de los silencios
el sueño de la sardina en el cardumen
el sueño del faro de la cárcel mientras gira
el sueño del obús entre la chatarra
el sueño de las nubes -que también mutan y se evaporan
el sueño de la vaca bajo la lluvia
el sueño del viento entre los pastos altos
el sueño de un frasco de clavos
el sueño de una palabra perdida
el sueño de las almejas cuando pasa el oleaje
el sueño de la niña que aún no habla
el sueño de una pluma que baja volando en círculos
el sueño de las piedras en el río
el sueño del loco en sus muchas cabezas diferentes
el sueño del aire en la niebla
el sueño del budín todavía caliente
el sueño de las hojas bajo el rocío de invierno
el sueño del cuerpo soñado
el sueño del agua y el sueño del arroyo, sin mezclarse
el sueño del tiempo perdido
el sueño de los cangrejales en las marismas
el sueño de las flores embriagadas por sus perfumes
el sueño del fósforo que no ha sido encendido
el sueño del fósforo que ya ardió


viernes, 11 de septiembre de 2020

Con esta desmesura (por Marina Tsvietáieva)


Qué puedo hacer, ciega e hijastra,
en un mundo donde cada uno es padre y vidente,
donde el espanto cruza sobre anatemas
como sobre terraplenes. Donde la gente
llama resfriado ¡al llanto!

Qué puedo hacer por decisión y disposición
a cantar - ¡Tal cable! ¡Bronceado! ¡Siberia!
¡Como por un puente a causa de mi alucinación!
Con la liviandad
en un mundo de pesos.

¡Primogénita y cantora, qué puedo
en un mundo donde lo más negro es grisáceo!
¡Donde la inspiración se guarda en un termo!
¡¿Qué puedo hacer con esta desmesura
en un mundo de medidas?!



jueves, 10 de septiembre de 2020

A lo mejor soy otro (por César Vallejo)


A lo mejor, soy otro; andando, al alba, otro que marcha
en torno a un disco largo, a un disco elástico:
mortal, figurativo, audaz diafragma.
A lo mejor, recuerdo al esperar, anoto mármoles
donde índice escarlata, y donde catre de bronce,
un zorro ausente, espurio, enojadísimo.
A lo mejor, hombre al fin,
las espaldas ungidas de añil misericordia,
a lo mejor, me digo, más allá no hay nada.

Me da la mar el disco, refiriéndolo,
con cierto margen seco, a mi garganta;
¡nada en verdad, más ácido, más dulce, más kanteano!
Pero sudor ajeno, pero suero
o tempestad de mansedumbre,
decayendo o subiendo, ¡eso, jamás!

Echado, fino, exhúmome,
tumefacta la mezcla en que entro a golpes,
sin piernas, sin adulto barro, ni armas,
una aguja prendida en el gran átomo...
¡No! ¡Nunca! ¡Nunca ayer!¡Nunca después!

Y de ahí este tubérculo satánico,
esta muela mortal de plesiosaurio
y estas sospechas póstumas,
este índice, esta cama, estos boletos.


miércoles, 9 de septiembre de 2020

Puma en el zoológico de Chapultepec (por Gregory Corso)


Gato largo suave lento veloz flexible
¿Qué partitura, de quién la coreografía que bailaste
cuando bajaron el telón?
¿Puede esa laboriosa elegancia continuar
aquí, en completa soledad, en este escenario de 9 x 10?
¿Te darán otra oportunidad
quizá de danzar en las Sierras?
Qué triste pareces: al mirarte
pienso en Ulanova
encerrada en algún pequeño cuarto alquilado
de Nueva York, en la calle 17 Este
sector puertorriqueño.


martes, 8 de septiembre de 2020

Grito hacia Roma (por Federico García Lorca)


Manzanas levemente heridas
por finos espadines de plata,
nubes rasgadas por una mano de coral
que lleva en el dorso una almendra de fuego,
peces de arsénico como tiburones,
tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud,
rosas que hieren
y agujas instaladas en los caños de la sangre,
mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos
caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula
que untan de aceite las lenguas militares
donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma
y escupe carbón machacado
rodeado de miles de campanillas.

Porque ya no hay quien reparta el pan ni el vino,

ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,
ni quien abra los linos del reposo,
ni quien llore por las heridas de los elegantes.
No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de venir.
No hay más que un millón de carpinteros
que hacen ataúdes sin cruz.
No hay más que un gentío de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.
El hombre que desprecia la paloma debía hablar,
debía gritar desnudo entre las columnas,
y ponerse una inyección para adquirir la lepra
y llorar un llanto tan terrible
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.
Pero el hombre vestido de blanco
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,
ignora que Cristo puede dar agua todavía,
ignora que la moneda quema el beso de prodigio
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.

Los maestros enseñan a los niños

una luz maravillosa que viene del monte;
pero lo que llega es una reunión de cloacas
donde gritan las oscuras ninfas del cólera.
Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas;
pero debajo de las estatuas no hay amor,
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
El amor está en las carnes desgarradas por la sed,
en la choza diminuta que lucha con la inundación;
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre,
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas.

Pero el viejo de las manos traslúcidas

dirá: amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos;
dirá: amor, amor, amor,
entre el tisú estremecido de ternura;
dirá: paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita;
dirá: amor, amor, amor,
hasta que se le pongan de plata los labios.

Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,

los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los
directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de excremento,
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas
y rompan las prisiones del aceite y la música,
porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos.